Quiere ser un viejo brutal, un viejo agresivo, aburrido y brutal como el vacío que lo rodea y ronda, no está dispuesto a transigir en nada, ni a ser amable nunca con nadie. Sólo mezquino y categórico en su brutal rechazo absoluto. Intentó la dulzura, y la delicadeza, probó “dale, vayamos de la mano”, y fue horrible, aburrido, un pan sin sal brutal. Ahora está parado sobre sus propias piernas que flaquean. Los brazos y la piel se le encogen a diario. Y aunque ama, odia en igual medida.
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