Lluvia, y después los labios fríos y fruncidos del viento que los llaman de abajo de la tierra: cráneos rojos, dorados, como puños que irrumpen de las hojas, del pasto, de la arena; asombrosos de tan súbitos, tan quietos y tan húmedos, aparecen en mañanas de otoño, algunos en difícil equilibrio, erguidos en su única pezuña cargada de veneno, otros se in…
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