Postrada ante los pies de marfil del gran Buda, se me volcó casi una lata entera de Coca Light en el piso. Traté de limpiar lo más rápido que pude improvisando un trapo con mi larga cabellera. Miré de reojo: la monja bajita a mi izquierda no dijo nada y me evitó la mirada; a mi derecha, el viejo monje flaquísimo estaba enfrascado en algo que lo irritaba…
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