En Singapur, en el aeropuerto, me arrancaron una oscuridad de los ojos. En el baño de mujeres, había un cubículo abierto. Adentro, una mujer arrodillada, lavaba algo en la taza blanca del inodoro. En mi estómago, se debatía el asco y busqué, en el bolsillo, mi pasaje. Siempre tiene que haber pájaros en un poema. Por ejemplo un martín pescador, con sus…
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